miércoles, 26 de enero de 2011

Galgos o podencos


C
uando el ciudadano de buena voluntad va a las urnas para elegir a los políticos que más le gustan o que creé son los que van a merecer su confianza, nunca piensa que pueden ser capaces de montar los pifostios que le ofrecen en el futuro, pero al devenir de los años, o incluso antes, se encuentran con la cruel realidad. Son como niños peligrosos dentro de un proceso muy serio como es la dirección de nuestras vidas. Blancos y negros todos son, los animales de la creación. Ya lo cantábamos en la escuela, y ahora lo repetimos muchos, muchos años después, y lo peor es que lo padecemos en nuestra piel, asistiendo impasibles al carnaval que nos ofrecen cotidianamente.
            Es natural que todos tengamos nuestras preferencias, pero la sorpresa es que entre ellos no se respeten. Se dicen con perdón, perro judío, y a los cinco minutos están sonriendo a la galería, tomándose un canapé y un vino como si tal. Debe ser el arte de los aprendices de político, esa clase que a veces viene de la primera enseñanza, y en un corto espacio de tiempo los  encuentras casi dictando una conferencia magistral a un grupo de intelectuales reconocido, que aguantan estoicamente la inane verborrea. Milagro de los cursillos acelerados. Es como si fuera un remedo de, aprenda checo en diez días.
            Al ciudadano de tercera, al de a pié, se le rompen los esquemas y dentro de su desconocimiento se pregunta por qué cuando alguien hace algo bueno no lo aprovecha y completa el que viene detrás. Pero no, lo más frecuente es hacer borrón y cuenta nueva, con lo que es  begin de begin, volver a empezar, arrastrando la consiguiente pérdida de tiempo y de dinero. Debe ser que no entendemos la política, pero sí entendemos de puestos de trabajo, de desarrollo, de riqueza, de sanidad, de educación y de tantas otras cosas que se retrasan, mientras ellos discuten si son galgos o podencos. Y claro, viene el perro y se los come.
            Sería de agradecer, en beneficio del personal, una unión y un respeto de dirigentes, para que todos unidos codo con codo solo pensemos en el progreso de nuestra Región, que a fin de cuentas es lo único que interesa
            Hasta la próxima.              El Faro, lunes 3 de Julio de 2006

martes, 18 de enero de 2011

¿Sagasta o Jabonerías?

 U
na industria muy activa en Cartagena en tiempos remotos, era  la derivada de una planta conocida con el nombre de barrilla, y que se podía recoger en los terrenos pantanosos del Almarjal, por la abundancia del salitre existente. Esta planta salsolácea al quemarse, sus cenizas eran  básicas para la fabricación de jabones, famosos en toda la región. La mayor parte de las fábricas estaban junto al mar de Mandarache, en el llamado Arrabal de San Roque, y al urbanizarse dicha zona, tomó el nombre de Jabonerías. La proximidad con el mar, se eligió por la facilidad que tenían para eliminar -entonces no había ecologistas- todos sus deshechos de forma rápida y barata.
Muchos años después, en 1896, visitó la Ciudad,  D. Práxedes Mateo Sagasta, al que admiraban todos los partidos aunque fueran de distinta ideología, y viendo el gran recibimiento de la gente a dicho personaje, el presidente del Circulo Ateneo y su Junta Directiva, hicieron al Ayuntamiento la petición de que la calle Jabonerías pasase a llamarse calle de Sagasta, cosa que se aprobó en sesión municipal  por unanimidad, y así la calle cambió de nombre. El por qué de que la calle elegida fuera precisamente ésta, se debe al hecho de que D. Práxedes pernoctó como invitado de honor en la casa-palacete del Sr. Aznar, ubicado en dicha calle. La casa a la que me refiero existe en la actualidad, aunque ha dejado de ser vivienda, para convertirse desde hace bastantes años en la actual Parroquia del Corazón de Maria, conocida popularmente como Iglesia de los Padres, así que la calle tiene dos denominaciones, que se usan indistintamente, sin preferencia alguna determinada.
             Los nombres se deben conservar para la posteridad, ya que ambos hacen referencia a hitos en la pequeña historia de la Ciudad, la existencia de unas fábricas que en su tiempo fueron significativas para la economía industrial cartagenera y el recuerdo de la estancia entre nosotros de un personaje tan importante como el presidente Sagasta, que tan grato recuerdo dejó en  España.
            Se puede solucionar de una forma sencilla, y más ahora que se está peatonalizando. La citada calle, tiene dos tramos bien delimitados. Uno, desde la placita del Ícue, hasta el martillo frente a la calle de S. Roque, y el otro desde este límite, hasta el cruce con la calle Tolosa Latour. En el primero está la Iglesia de los Padres, o sea, lo que era la casa-palacete de Aznar, donde durmió Sagasta, y en el segundo fue donde se ubicaron las fábricas de jabones. Está claro. La primera parte sería la calle Sagasta y la segunda, la calle Jabonerias. Cada una con su nombre, engrosarían el callejero ciudadano.
            Hasta la próxima.
El Faro, lunes 26 de junio de 2006.





sábado, 15 de enero de 2011

Una catástrofe evitable


N
ada más lejos de mi ánimo que ser agorero, pero hay que cantar las verdades para que al menos si ocurre algo desagradable, los responsables no puedan escudarse en la ignorancia y los ciudadanos tengan conocimiento de causa para poder reivindicar responsabilidades.
            Con motivo de la pasada Semana Santa, nuestra entrañable, vilipendiada, desaprovechada y laberíntica Manga del Mar Menor se llenó de turistas extranjeros e indígenas en busca de paz, tranquilidad y diversión añadida. Fueron como un trailer de la película que se va a formar durante el verano y que hacen de nuestras playas un lugar paradisíaco solo descubierto a medias, igual que Cartagena, por parte del turismo internacional.
            La Manga es una gran trampa. Su único acceso es como la boca de un gigante que ingurgita coches, autobuses y personas de una forma masiva que llenan su estómago y le produce una digestión difícil, casi imposible de realizar, sólo paliada por el vómito a través de la misma entrada. Hace muchísimo tiempo que por los medios de comunicación se está produciendo la llamada de alerta roja, casi angustiosa, pero este grito cae en saco roto y nadie da soluciones. Tanto comentario ya se ha hecho habitual, y ya se sabe que lo habitual y cotidiano pierde responsabilidad y nos acostumbramos tanto, que estar en el filo de la navaja es una situación  consuetudinaria.
            Ahora ya se está elucubrando la construcción de un macrohotel en la Veneziola, añadido a la proliferación masiva de urbanizaciones, chalés y viviendas unifamiliares que aumentan en progresión geométrica el número de habitantes, de mangueros mezclados y arracimados en un pedazo de tierra del paraíso marino.
            ¿Pueden ustedes figurarse una catástrofe, un atentado terrorista, un terremoto, un incendio, un tsunami, o cualquier otro fenómeno natural o provocado, con el espacio existente lleno de gente, en pleno mes de Agosto, y disponiendo de una sola salida que no sean los mares? La inconsciencia de nuestros dirigentes es inimaginable. Si alguna vez ocurriera algo de lo citado, podría tener consecuencias sociales de una magnitud impensable.
            Una entrada y salida por el mismo sitio es demencial. Cuanto mayor sea el número de personas en la trampa, mayor es el peligro. No hay más remedio que habilitar una salida por el lado norte, aunque sea enfrentándose con quien piense lo contrario, porque puede ir en ello la vida de muchos miles de personas. Hay que buscar el menor perjuicio del entorno. Una carretera directamente o sobre pilotes para que las aves que anidan sufran el menor deterioro.
            Ahora bien, pase lo que pase, en ningún momento se puede poner en peligro grave la vida humana, prefiriendo la existencia de aves por muy importante que sean sus especies. La elección no debía tener color en un país civilizado, si se tuviera que elegir. Está dicho.
            Hasta la próxima
El Faro, lunes 19 de junio de 2006.




jueves, 13 de enero de 2011

La provincia de Cartagena


U
na vez más aparece el retorno de los brujos. Por mor del presidente de los empresarios ha surgido una enésima vez la idea de la provincialidad de la Ciudad que incluso por historia e importancia debía  haberle dado el nombre a nuestra Región del Sureste. La idea no es original, pero no por ello menos importante. Es un sueño que desde el malhadado 1833 nos invade a todos los cartageneros, o al menos eso manifestamos ladinamente cuando toca sacar abdomen. Después, nada. Músicas celestiales. La fiebre progresa, llega a su acmé, hace crisis y desaparece. Es el cántico cotidiano, el ¡viva Cartagena¡ triunfalista de siempre. Hay quien proclama la reivindicación, pero falta corazón, responsabilidad y buenas maneras. No hay sentimiento colectivo de deseo. Mucho ruido y pocas nueces. El paisanaje no ha calado con el deseo. Tenía que ser un grito unánime de quererlo con toda el alma, basado en estudios serios y como clamor de un colectivo que diga saber a donde va y lo que quiere.
            Si no se implica toda la Ciudad, no nos harán caso. Aún no he visto ninguna manifestación multitudinaria de petición. Hace unos días se celebró un acto que por su significación tuvo que llenar el aula de la Casa Pedreño, pero apenas se cubrió el aforo. Un acto así es para llenar la sala hasta la bandera, con pasillos abarrotados y una muchedumbre en la calle lamentando no poder entrar, pero reivindicando con sus voces y presencia, la consecución de lo que se pedía dentro. Pero nada, los soñadores de siempre con sus prejuicios atávicos, algún que otro curioso y se acabó. Cabezas calientes y pies fríos. Insultos más o menos velados y muerte del mensajero.
            ¿ Cómo vamos a pedir la provincialidad si no nos ponemos de acuerdo entre nosotros mismos? El Presidente de la Comunidad se muestra partidario del diálogo, pero sabe que si no hay base – y hasta ahora no la hay – solo será un diálogo de besugos y que todo seguirá como está. Pelillos a la mar, que por cierto la tenemos al lado.
            ¿Dónde está la implicación de los partidos de gobierno y oposición? A lo mejor con la proximidad de las elecciones se dejan ver, unos y otros, pero hasta ahora el silencio los ahoga. Hay que potenciar el estudio, y si es cierto que sería un beneficio para la Ciudad, la comarca y la región, ir adelante con seriedad, con espíritu de regionalidad y buscando el bien común. Todos a una, y cuando tengamos la aquiescencia de la mayoría de los cartageneros vendrá lo más arduo y difícil de todo, que será convencer a los habitantes de las ciudades y pueblos de alrededor, La Unión, Fuente Álamo, San Pedro del Pinatar, Torre Pacheco y demás para que estudien el beneficio que les proporcionará ese evento, porque estemos seguros que si piensan que al integrarse en la  Provincia nueva se van a quedar como están, no van a mover ni un solo dedo, como es lógico.
            Hay que unir los criterios de todos y si después de estudiar la viabilidad, es positiva y factible y los trescientos y pico mil habitantes del futuro, o mas, pueden ser una realidad ante la que nos sentimos satisfechos, entonces adelante y a luchar todos unidos para conseguirla.
            Pero no seamos triunfalistas, como nos dicen nuestros detractores. El Ayuntamiento y los partidos políticos deben coger el testigo ahora que se puede reformar el Estatuto de la Región, porque si no lo hacen, lo que espera es la dilución de la idea, y tocará esperar una porción de años más, hasta que surjan de nuevo otros soñadores que con mayor fuerza puedan implicar al pueblo.
            Hasta la próxima.
El Faro, lunes 12 de junio de 2006.

martes, 11 de enero de 2011

Parejas de la mano


D
ecía un entrañable personaje de zarzuela: "hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad". Un profesor de la universidad de Ohio, tras un estudio sobre varias parejas con buena relación, ha demostrado que cuando surge un problema, el simple hecho de que los esposos se cojan de la mano, hace que la actividad de la zona cerebral preparada para responder al estímulo negativo, mejore sensiblemente: se mitiga el dolor o se palía el estrés incipiente. Si la muestra de cariño es un abrazo o una caricia, el efecto se multiplica. Incluso cuenta que en conflictos matrimoniales, las heridas físicas tienden a retrasar su cicatrización y los problemas de piel tardan más en resolverse. El estudio informa también que la mano de un familiar o amigo puede obrar idéntica respuesta cerebral, pero con menor intensidad. Si llevamos este concepto a la vida cotidiana, observamos cómo siempre las muestras de cariño entre personas se prodigan en momentos de dolor, tristeza o alegría. Estrechando la mano o abrazando a una persona doliente, mejoramos su estado de ánimo a través de las ondas cerebrales y nos responde con una reacción favorable perceptible externamente.
            De un tiempo a esta parte es muy frecuente ver a las parejas -especialmente de edad media y mayores- cogidos de la mano, como en los años cincuenta iban los jovencitos y se puede interpretar como una transmisión positiva de energía entre personas.
            Con demostraciones de amor o afecto se alivia el espíritu y el cuerpo. Todo lo sabíamos en la práctica, pero ahora nos lo confirman estudios del cerebro a través del escáner.
            De todos modos, la pareja basa su estructura en amor y sexo, aunque si desaparece lo segundo, se puede convivir pero no existirá una relación plena. Si lo que falta es el amor, el fracaso es seguro. Tener intimidad sin amor lleva a sentir vacío. En el fondo hace el mismo efecto que un intercambio sexual mercenario, o masturbación simbiótica compartida. Claro, hay  otro factor que es caldo de cultivo donde se cuece el binomio amor-sexo: el diálogo, sin el cuál no se puede cocinar este plato.
            En la sociedad actual, se busca más sexo que pareja, lo que -pienso- origina violencia, malos tratos y gran número de separaciones y divorcios. Así nos va.
            Hasta la próxima.
El Faro, lunes 5 de junio de 2006.

domingo, 9 de enero de 2011

Gorditas integrales


E
l ser humano es variopinto. No hay dos personas iguales. Unos disfrutan de un peso excesivo, otros son extremadamente delgados. Todos y cada uno tienen casi  siempre una figura que, salvo casos puntuales, mantienen desde la infancia hasta la senectud.
            Ya estamos sintiendo el verano. Durante el año el personal se ha salido de sus casillas alimenticias, y ahora vienen las madresmías. La conciencia, mudo y pertinaz testigo, invita al ayuno más feroz.
            Hay personas que se conforman con su físico y les da igual kilos más o kilos menos, pero otras que observan el aumento de su cintura y el repuntar de sus michelines, quizá piensan culpablemente :¨Que me quiten lo bailao”, pero inician de inmediato su cuaresma particular y se ponen casi a pan y agua, machacando a su metabolismo hasta límites insospechados. Sin querer pecar de machista, ni mucho menos, aprovecho la coyuntura para comentar sobre  la obesidad y la delgadez del sexo femenino, tema estrella de conversación y consulta entre ellas. Una cosa es la actitud intransigente ante la obesidad, problema médico importante que perjudica la salud y que va a ser el azote del siglo XXI si no se le pone remedio –cada día hay niños y niñas más gordos -, y otro el luchar contra los kilos hasta el extremo de la delgadez, anoréxica y bulímica, que machaca al hígado y pone al metabolismo como unos zorros.
            La mujer con tendencia al redondeo, si no se pasa, siempre estará mejor así, que si cae en la delgadez, cosa que no le corresponde por su naturaleza. No vamos a volver a las tendencias del Renacimiento, cuando los pintores presentaban figuras femeninas casi con obesidad, como modelo de la realidad de la época, ni tampoco caer en el tópico más cercano de nuestra guerra civil, cuando la exuberancia era sinónimo de salud y poder social, después de las muchas privaciones habidas durante la contienda. Hay que hacer un cántico a las que se reconocen gorditas en contraposición a las de tallas mínimas, tipo Barbie o modelos que desfilan en las presentaciones de la moda.
            Nuestras niñas tienen que recibir un ejemplo que les marcará el futuro. En general, luchando siempre con los extremismos, cada uno debe convivir con su figura. Lo contrario será falsear sus características propias, cosa que no conduce a nada bueno.
            Hasta la próxima.
El Faro, lunes 29 de mayo de 2006.

sábado, 8 de enero de 2011

Unos muertos con futuro


U
no no sale de su asombro. Hasta hace poco, el eslogan que usaban los joyeros de todo el mundo para vender diamantes, era convencernos de que regalar esa piedra era ofrecer a la persona amada un recuerdo perpetuo que vencía al tiempo. Nada más lo podía hacer. Pues bien, se han quedado cortos. Ahora resulta que un laboratorio suizo ha conseguido, partiendo de las cenizas de la cremación de una persona  -o animal, ¡faltaría más¡-, fabricar un diamante único e irrepetible cuya esencia corresponde al ser que se ha incinerado. Pruebas científicas lo avalan, dicen. Carbono convertido en diamante a base de siglos y presión, obtenido en las minas, que en el susodicho laboratorio procesa sólo en semanas. Más asombro. Desde el óbito a la entrega de la piedra, sólo pasa un plis-plas. Ya tienes al ser querido brillando con tintes azulados en una caja o engarzado en un anillo para lucir en un dedo al mismo tiempo que se perpetúa su recuerdo. Vivir para ver, o ver para creer, como gusten.
            Hasta ahora todo muy bien, pero se nos rompen los esquemas al conocer precios. Parece ser que "a bolsillo grande, cesta grande y a bolsillo pequeño, cesta pequeña". Desde el diamante de 0,30 quilates, hasta l quilate, el desembolso va de 3.000 a 15.000 euros. Es cuestión de usar mayor o menor cantidad de ceniza para que la piedra sea más o menos grande. Se puede elegir: pueden entrar en internet y convencerse.
            También me entero, que para perpetuar las cenizas hay otro sistema mucho más económico. Se pueden comprar unos cartuchos ecológicos, con turba, que incorpora unas semillas del árbol elegido, a los que se añaden las cenizas de la cremación para plantar en tierra y esperar que en pocos meses brote un árbol que será parte de la esencia del ser querido.
            Puede ser que en el futuro los cementerios, en lugar de tumbas de mármol o piedra, sean enormes bosques con árboles, cada uno con su correspondiente muerto. Claro que esto que imagino, será solo para las personas poco pudientes, ya que los cadáveres de los más ricos serán deslumbrantes diamantes que lucirán en sus manos los que los hayan sobrevivido. Como diría Rafael el Gallo, "hay gente pa tó".
            Hasta la próxima.
El Faro, lunes 22 de mayo de 2006.