miércoles, 5 de enero de 2011

El principio de autoridad y el magisterio


C
on el devenir de los tiempos, hay dos conceptos fundamentales para la Humanidad que cada día degeneran más y se están minimizando hasta el punto de que para los jóvenes e incluso los niños, ya casi les suena a música celestial. Me estoy refiriendo a dos pilares básicos de la sociedad, cada día más ignorados, como son la autoridad y el magisterio.
            La autoridad legítima viene de Dios, o al menos eso hemos creído siempre, y el magisterio viene unido, porque nadie mejor que el rector para explicar y desarrollar por qué se promulga la ley y cómo hay que actuar para cumplirla. Digo todo esto para ponernos en situación, pero si analizamos cómo reacciona el hombre de la calle, vemos que cada día estos conceptos están quedando obsoletos y la autoridad viene del pueblo que se convierte en el máximo rector. Dos ideas totalmente opuestas en su concepción. Los humanos hemos alcanzado casi la perfección y nos estamos convirtiendo en el uomo universalis como lo fueron entre otros Miguel Ángel o Leonardo. Ahora ya lo somos todos.
            Hasta ahora, en todos los estamentos de la sociedad hay quien dirige y quien obedece, empezando por la propia familia, el trabajo, las asociaciones, o los gobiernos. Todo tiene su ley y el cumplirla o no, determina si estás dentro o fuera. Quizá por su importancia y universalidad, la Iglesia Católica haya sido el máximo ejemplo a seguir.
            Recuerdo hace muchos años cuando los matrimonios empezaron a solicitar soluciones para no tener un hijo cada año y la respuesta de la jerarquía siempre fue la misma: abstinencia, a pesar de lo que se lee durante la celebración del Sacramento, eso de ser un mismo cuerpo, pues el mío es tuyo y el tuyo es mío. Nada de preservativos, ni repetir el pecado de Onam, ni coitos interruptus. Siempre había alguien que opinaba lo contrario, pero no era ni la ley ni el magisterio. La triste realidad era que o te aguantabas o te cargabas de hijos y en el peor de los casos, el demonio se apoderaba de tu alma. Era el gran dilema.
            Después, con el Concilio Vaticano II, parecía que se abrían las oscuridades, y abrió muchas pero la relación sexual matrimonial continuó siendo el pozo más negro. Se hablaba de la paternidad responsable, con lo que se maniobraba la conciencia pero se ignoraban los sentidos. Alguien echaba por la calle de en medio pero no era ni autoridad ni magisterio. Buscando los tres pies al gato empezaron a llegar los hijos de Ogino.
            En este tema tan importante siempre ha faltado claridad. Silencios. Obra en conciencia. Pero el magisterio hasta el último fallecido Papa ha sido claro. Nada de preservativos, ni ningún método anticonceptivo. ¿Cómo se pone fin a los millones de abortos, como se evita el sida y las demás delicias de enfermedades de transmisión sexual? Esto hace que África y los países del llamado vergonzosamente tercer mundo se llenen de seres que mueren de hambre, que sufren y hasta parece que el mismo Dios se ha olvidado de ellos.
            El magisterio de la Iglesia continúa diciendo no. Ahora impacta la voz del Cardenal Martini, Obispo emérito de Milán, que empieza a considerar el uso del condón para evitar el sida. Puede ser el principio, pero se manifiesta en contra de la opinión de Juan Pablo II. ¿Dónde está el principio de autoridad? ¿Dónde está el magisterio del Papa? Es necesario que los católicos sepan el camino a seguir, pero sin medias tintas y con los conceptos muy claros.
            Los de otras épocas podrían preguntarse un tanto resignados: ¿Qué hacemos con los hijos? Podría ser una pesada broma.
            Hasta la próxima.
El Faro, 8 de mayo de 2006.

3 comentarios:

  1. La autoridad no la otorga ningún Dios, sino una justicia lejos de la corrupción y hombres y mujeres dotados de bonhomía. Se puede ser cristiano y asesino, como demuuestra la Historia.

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  2. Amigo Ezequiel, los cristianos y mucha gente más que no lo son, pensamos que la autoridad viene de Diós, pero a mí me parece muy bién que tú no pienses lo mismo.Eres libre.
    Discrepo del concepto de asesino y cristiano , en el plan que lo comentas, porque claro que un cristiano puede ser asesino y uno que no lo sea, también. Todos somos personas.
    Un saludo y muchas gracias.

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  3. Muchas gracias a ti, Eduardo. Era sólo para hacer un comentario un poco insidioso como saludo y darte la enhorabuena por el blog, que seguiré regularmente. Un abrazo.

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